Petróleo: el oro negro sigue siendo la estrella

¡Hay todo un océano de petróleo bajo nuestros pies!” Cuando en 2007 se estrenó la película Petróleo sangriento, esa exclamación del antihéroe Daniel Plainview, interpretado por Daniel Day-Lewis, sonaba como un eco de tiempos muy lejanos. La era de los heroicos perforadores parecía haber terminado y los yacimientos de Estados Unidos se dirigían hacia el inevitable agotamiento. Seis años más tarde, esa situación se transformó / revirtió gracias a los descendientes de Plainview. Los avances tecnológicos en la fracturación hidráulica y la perforación horizontal, liderados por empresas pequeñas y medianas, permitieron acceder a reservas de petróleo y gas no convencionales que antes no eran viables. Como resultado, la producción de crudo de EE.UU. va camino a ser 50% mayor este año que en 2008.

Los analistas han comenzado a especular que América del Norte – EE.UU. más Canadá y posiblemente México – podría convertirse en un exportador neto de petróleo en 10 años y hasta la Agencia Internacional de Energía, que cuenta con apoyo gubernamental, pronosticó que EE.UU. podría superar a Arabia Saudita y convertirse en el mayor productor de petróleo del mundo para el año 2017.

Bob Profusek, a cargo del área de fusiones y adquisiciones de Jones Day, la firma de abogados, y principal director independiente de Valero Energy, el grupo de refinación, dijo que la revolución del petróleo y gas no convencionales es el mayor cambio que se ha producido en el sector en los últimos 50 años. “En la economía en general, ¿es más transformador que internet y los cambios en la tecnología de la información? No, no lo es”, dijo Profusek. “Pero creo que está en segundo lugar y bastante cerca”.

Mientras que la sabiduría convencional sobre el petróleo y el gas ha dado un giro de 180 grados, una serie de cambios simultáneos pero no relacionados transformaron las perspectivas sobre el futuro de la energía en gran parte del resto de las Américas. Aunque el sector de la energía renovable también está creciendo en países tales como Canadá, México y Brasil, el principal efecto de estos cambios es un aumento de las expectativas sobre la producción futura de petróleo y gas.

Los desarrollos que tuvieron lugar durante los últimos 10 años fueron tan impresionantes que existe el riesgo de pecar de exceso de confianza al proyectar el impacto de los mismos en el futuro. Vale la pena recordar que hace sólo cuatro años que la producción de petróleo en EE.UU. viene en ascenso, después de haber experimentado una caída durante casi cuatro décadas.

Joe Stanislaw, asesor en temas de energía que ahora presta servicios para Deloitte, advirtió que muchos de los beneficios aclamados de la revolución del petróleo y el gas todavía tienen que materializarse. Sin embargo, Stanislaw señaló que si bien algunos observadores podrían padecer “exuberancia irracional”, un poco de exuberancia racional es totalmente aceptable. “La mayoría de nosotros creció en un mundo de escasez. Pero ahora la mentalidad cambió: no hay escasez, hay seguridad y abundancia de energía”, dijo el asesor.

En diferentes medidas, se están debatiendo ideas similares en todo el continente americano, desde Alaska hasta Argentina. En Canadá, las industria de las arenas petrolíferas de Alberta enfrentó la oposición política debido a su impacto ambiental y la presión económica generada por los crecientes costos de tratar de invertir decenas de miles de millones de dólares en un área relativamente pequeña alrededor de Fort McMurray.

Sin embargo, la producción del país continúa en ascenso y se espera que siga creciendo hasta fines de la década y más. Canadá también está desarrollando sus propias reservas de petróleo y gas no convencionales. La posibilidad de poder exportar gas natural líquido a Asia desde la Columbia Británica, en la costa oeste de Canadá, atrajo no sólo a los principales grupos petroleros occidentales, tales como Royal Dutch Shell, Chevron y ExxonMobil, sino también a las compañías asiáticas más importantes como Petronas de Malasia, Mitsubishi de Japan y PetroChina.

En Sudamérica, se han producido importantes descubrimientos de petróleo mar adentro de la costa de Brasil, a mucha profundidad por debajo del lecho marino, en lo que se conocen como las capas pre-sal de la roca, lo que ha transformado las expectativas sobre el papel que desempeñará el país carioca en el mercado global de crudo. Antes se creía que Brasil tendría una perpetua escasez de combustibles fósiles, pero ahora se espera que el país se convierta en un productor de petróleo cada vez más importante. La combinación de la caída de la producción que se viene dando desde 2010 y el aumento de la demanda transformaron a Brasil en un importador neto de petróleo, aunque se estima que su producción comenzará a crecer otra vez este año.

La otra gran historia de éxito en materia de hidrocarburos en el continente es Colombia, donde, gracias a las mejoras logradas en cuanto a seguridad y a la disminución de la violencia, la producción de petróleo se duplicó desde 2007. Ecopetrol, la petrolera estatal del país, fue privatizada y, en ocasiones, superó a la brasilera Petrobras y se posicionó como la empresa cotizante más importante de América Latina por capitalización de mercado. En otros países, las condiciones siguen siendo difíciles, pero el interés en su potencial ha ido creciendo. Argentina, que según se estima tiene las segundas mayores reservas de gas no convencional del mundo, ubicándose por debajo de China pero a la cabeza de EE.UU., es el ejemplo por excelencia.

El año pasado, el gobierno de la presidenta Cristina Fernández generó consternación entre los inversores extranjeros con su iniciativa de sacarle el control de YPF, la compañía estatal de petróleo y gas, a la española Repsol. Sin embargo, las empresas internacionales todavía se muestran interesadas en operar en el país y participar en el desarrollo de sus reservas no convencionales, aunque el plan de Chevron (valuado en u$s 1.000 millones) para hacer justamente eso con YPF se tambaleó debido a la resolución de un tribunal argentino a favor de los demandantes que buscaban un resarcimiento de u$s 19.000 millones por daños, como resultado de la contaminación generada por la empresa en Ecuador hace 20 años.

En México hay mucho entusiasmo sobre el potencial de las reservas de petróleo y gas – que en el país se estima son tan extensas como las de Kuwait – y se cree cada vez con mayor optimismo que las compañías internacionales podrán acceder a ellas. Se espera que el presidente Enrique Peña Nieto, quien asumió el cargo en diciembre, proponga un cambio en la Constitución del país, que actualmente prohíbe que compañías extranjeras sean propietarias de reservas petroleras mexicanas, para que se puedan crear empresas conjuntas con Pemex, la petrolera estatal. La producción petrolera de México cayó 25% en los últimos ocho años y Emilio Lozoya, director general de Pemex, considera que las inversiones extranjeras ayudarán a revertir esa situación.

El aumento de la producción en aguas profundas en el lado estadounidense de la frontera marítima en el Golfo de México mientras el lado mexicano sigue sin explotar es un indicio del potencial que existe. La única excepción significativa a las expectativas de aumento de la producción de hidrocarburos en las Américas es Venezuela, que posee las reservas de petróleo más grandes del mundo gracias a los yacimientos de crudo pesado del Cinturón del Orinoco.

La muerte del presidente Hugo Chávez en marzo provocó una breve especulación de que un cambio de gobierno podría cambiar la postura de confrontación de Venezuela hacia las compañías petroleras extranjeras. La estrecha victoria de Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales de mayo congeló las especulaciones. Para las empresas extranjeras, la plataforma de “chavismo” de Maduro sin el carisma y la popularidad de Chávez representa lo peor, lo que sugiere que las empresas privadas siguen teniendo desconfianza frente a la falta de estabilidad política.

Dejando de lado esta importante excepción, la historia de la energía en las Américas parece estar dominada por el crecimiento de la producción de petróleo y gas. Las consecuencias serán tanto negativas como positivas: habrá generación de empleo, ganancias e ingresos fiscales, pero también derrames y más emisiones de gases del efecto invernadero, compensadas en cierta medida por la sustitución del carbón por gas para la generación de energía. Pero, mientras que todos los gobiernos de las Américas prestan por lo menos un poco de atención a estos inconvenientes, ninguno cree que son una razón para detener el crecimiento de sus sectores de petróleo y gas.

Fuente: El Cronista